miércoles, 11 de mayo de 2011

RELATO E-DENTITY


 Miércoles 2 de mayo de 2.030

A las 7.30 empieza la jornada para todos, aunque es Antonio quien primero se levanta y despierta a su familia. Isabel, su esposa,  no tarda en entrar a la ducha. María ruega a su padre que espere cinco minutos más, enseguida bajará a desayunar si le dejan hacer las cosas a su ritmo. Antonio evita discutir con su hija, sus quince años le otorgan cierto aire huraño al que prefiere no enfrentarse. El pequeño Josu ya ha despertado y Antonio le encontrará jugando con sus nuevos cromos. Hoy deben llevarle al pediatra, aun le falta una de las vacunas obligatorias. El niño se ha adaptado muy bien a su nueva familia, está con ellos desde hace ya un año y medio y pronto cumplirá cuatro años.
Después del desayuno Antonio acompaña a María al instituto. Casi siempre la deja un poco lejos de la entrada, para que sus compañeros no adviertan que su padre la lleva, pero espera que le llegue al móvil el sms que garantiza que María se ha identificado en el centro a través de su E-dentity. Mientras se dirige a su lugar de trabajo Antonio piensa qué diferente era su adolescencia de la de su hija: él aun pudo permitirse hacer novillos esporádicamente; María no tiene ni idea de qué se siente al burlar la vigilancia del centro, ni la de sus padres. Y eso que la niña se resiste a implantarse la versión privada del E-dentity, a pesar de la insistencia de su madre.
A Isabel le parece que cualquier control es poco para su hija, necesita saber que está bien en todo momento, desearía conocer  con absoluta certeza su paradero, su estado de salud, sus sentimientos. Algo de todo eso no acaba de convencer todavía a Antonio; el exceso de control le da tanto miedo como lo contrario.
Antes de entrar al Centro de Salud, Isabel accede a comprar más cromos a Josu: es conditio sine qua non para que el niño entre tranquilo y afronte la aventura de verse observado por un señor con bata blanca y el ligero pinchazo de la vacuna. Ignora que además le van a implantar su nuevo E-dentity  en la versión privada. 

Sus padres no han dudado al respecto por la seguridad del niño: su padre biológico está cumpliendo condena y la madre no puede hacerse cargo de Josu debido a su adicción a las drogas. Cuando Josu aun permanecía en el centro de acogida la familia protagonizó algún intento de llevarse al niño; los responsables del centro advirtieron a Isabel y Antonio de esta circunstancia y les recomendaron que se  decidieran por el sistema electrónico que protegería al menor en caso de peligro. Para Josu será divertido escoger el nuevo tatuaje que adornará su muñeca izquierda: se decide por un pequeño delfín plateado que contendrá información relevante para facilitar su protección en muchos sentidos, desde datos de salud hasta capacidad de alertar a sus padres si se aleja a una distancia inusual. De camino a la escuela Isabel respira tranquila, el niño le cuenta como otro niño de la clase tiene un tatuaje muy chulo,  un osito que sus padres le han puesto para que le proteja, es celíaco.
También en el mundo laboral E-dentity ha cambiado los hábitos y ha mejorado aspectos relacionados con contabilizar el tiempo de trabajo. Ahora el  antiguo gesto de fichar no tiene sentido; tu presencia es detectada con solo entrar en el edificio, se acabó la posibilidad de que fiche por ti un compañero, mientras tú haces la compra o desayunas eternamente. 

Antonio ha visto renegar “de ese maldito tatuaje que nos controla”  a más de un funcionario contrariado. Él es profesor, viaja a menudo a otro país europeo y agradece la comodidad de los aeropuertos, la seguridad. Le inquieta, no obstante, ser llamado por su nombre en lugares que no ha pisado nunca, como cuando entra a un restaurante de una ciudad que visita por primera vez, o cuando entra en una tienda; se diría que los dependientes te leen el pensamiento y Antonio a veces desearía pasar desapercibido. Ya no es posible ocultar tu identidad si vives en este sistema, tan solo los que han quedado fuera son seres anónimos, susceptibles de ser molestados por las autoridades, seres de los que se desconfía. Tampoco son libres.
Para Isabel E-dentity ha sido un hallazgo, algo tan sencillo capaz de contener su identidad, sus datos de ciudadana, un pequeño tatuaje que sustituye a los carnets, a los largos historiales médicos, curriculums e informes agotadores que debes recoger en un lugar y entregar en otro, que olvidas y te obligan a volver otro día.
La semana pasada presenció el triste espectáculo de una anciana desorientada en la calle, sin identificar; la policía municipal podría socorrerla, pero transcurrirían unas horas hasta dar con su domicilio y mientras tanto la mujer, afectada de Alzheimer, sufriría el horror del abandono y el desconcierto. Piensa en su madre, en el padre de Antonio: los mayores  necesitan  esa seguridad, además precisan que se  faciliten sus gestiones administrativas. A Isabel no se le escapa que las facilidades de E-dentity  se traducen en un mayor control que el estado ejerce sobre los ciudadanos. Sin duda, es el precio que se  paga por vivir en un estado del bienestar que hace una década estuvo a punto de saltar por los aires y se reinventó a sí mismo, sorprendentemente.
Piensa en sus hijos, sobre todo en María, con esa tendencia romántica y retro que le hace aborrecer las novedades, lo ajeno a su mundo adolescente e íntimo; en el fondo María se resiste al poder y reivindica, junto a sus amigos freaks, un mundo en el que uno pueda esconderse sin ser localizado al instante, ser anónimo cuando uno quiera. Han declarado la guerra a las redes sociales y a los I-phones. 

A Isabel le gustaría que cuanto antes abandonase esa curiosa pose y apreciase las ventajas del momento tecnológico que viven, la seguridad, la facilidad. Lo enervante es que Antonio apoya a la niña, comprende su deseo de no ser manipulada, de permanecer libre. Acaso la vida se encargue de situar las cosas en su justo lugar, acaso un día no sea necesario protegernos de los demás y de nosotros mismos. 
Mientras tanto no es malo mantener la cordura  y beneficiarse  del sistema en el que se vive, aunque te engulla.