lunes, 7 de marzo de 2011

NATIVOS DIGITALES

Navegando por la web he encontrado un nuevo término que no había escuchado o leido hasta ahora pero al que muchas veces, sin denominarlo así, he dado vueltas en mi cabeza: los nativos digitales. Es un  término creado por Marc Prensky. Se refiere a esos niños que han nacido  -a partir de 1980-  a caballo entre el mundo real y digital, nadando sin miedo - a veces peligrosamente- en ese mar de información al que muchos de sus padres asoman solo la punta del pie como si se tratase de aguas heladas.

Se trata de una generación que ya no entiende la vida sin conexión y que representan el futuro de la humanidad. Nos enseñan desde muy pequeños el funcionamiento de aparatos que a algunos les parecen imposibles de entender y manejan sus manos con una habilidad pasmosa a la hora de tocar el teclado de un ordenador, un mando a distancia, una video-consola, un móvil o una pantalla táctil. Están ahí pero les llevamos de la mano padres -emigrantes digitales- que hemos tenido que sobrevivir en muy pocos años de nuestra vida a una revolución tecnológica sin precedentes en la historia.

Aún sabiendolo nos preocupamos mucho -lo cual me parece muy sensato- de que hagan un buen uso de la red y de mantenerlos alejados de informaciones que pueden ser perniciosas para ellos pero, en cambio, dedicamos muy poco tiempo y dinero para darnos prisa en cambiar una serie de parámetros que ya no les sirven y que se han quedado obsoletos. Por ejemplo, seguimos midiendo su coeficiente de inteligencia con métodos de hace más de 100 años y seguimos sometiéndolos a un sistema educativo en el que memorizar conceptos sigue siendo primordial. 

Son niños muy creativos, que se manejan a escala global sin ningún problema y que han asumido la red como un elemento socializador básico. Inteligentes y trasgresores. Y contamos con muy pocas herramientas para ayudarlos y educarlos; para enseñarles a nevagar y potenciar lo bueno de esa tecnología que avanza a pasos agigantados, preveniéndoles al mismo tiempo de sus posibles perjuicios.










MEMORIA VITAL VIRTUAL

Otro de los aspectos que más han llamado mi atención ,de lo visto en clase hasta el momento en relación a los avances tecnológicos y lo que traerán consigo a nuestras vidas en un futuro muy próximo, es el relacionado con la posibilidad de almacenar sin límite toda nuestra vida. 

El procedimiento en principio es complejo pero ya se ha llevado a cabo. El primer paso consiste en digitalizar toda la información, lo que exige un diferente tratamiento y soporte para cada tipo de datos (documentos escritos, correos, llamadas telefónicas y aquello que vemos y nos sucede día a día). El segundo paso es organizar toda esa información en un mismo espacio, separado e indexado , que identifique e interrelacione todos esos datos almacenados, de manera que podamos acceder a  ellos de forma rápida y cómoda. 

Los mecanismos desarrollados hasta ahora para llevar acabo esta idea son el escaneado de fdocumentos , la captación de las conversaciones en datos de audio y la posibilidad de contar con dos tipos de cámara para captar todas las imágenes que vemos a nuestro alrededor: unas gafas-cámara desarrolladas por Hewlett-Packard y una cámara digital, la Sense-Cam,  que llevaríamos colgada al cuello con la posibilidad de incorporar un grabador de audio y un GPS que permita localizar todas esas imágenes en el espacio.


 


Para procesar toda esa información, Microsoft  ha desarrollado un software capaz de realizar todas estas tareas, MylifeBits, creado para el ingeniero informático Gordon Bell que buscaba una forma de desprenderse de todos los documentos físicos y crear una memoria virtual de toda su vida, laboral y privada. Parece ser que a día de hoy este ingeniero lleva almacenados más de 150 Gigabytes y se calcula que en un Terabyte cabría toda la memoria virtual de una persona de 83 años.

Entre las posibles ventajas de esta memoria están: su aplicación a personas con enfermedades como el Alzheimer; el hecho de que es más ecológico ya que elimina cantidades enormes de papel y que, según los expertos, permite liberar nuestra memoria de cosas superfluas y dedicar más tiempo a labores creativas.

Los aspectos negativos son también numerosos, quizá más que los positivos: memorizaríamos cosas que quizás nuestra memoria hubiese rechazado en aras de nuestra salud mental; podría tener consecuencias impredecibles a largo plazo cuando no necesitásemos recordar nada; quizás cambiaría nuestro propio comportamiento y perderíamos expontaneidad sabiendo que todo cuanto hacemos queda registrado y, lo que es más importante, estaríamos invadiendo constantemente el derecho de los demás a no ser recordados y a no formar parte de esa historia digitalizada de nuestra vida.
A mi personalmente la idea aplicada a casos muy específicos o para almacenar cierta información profesional me parece que puede ser muy interesante, pero que se convierta en una forma de autocontrol o de control de los demás, me parece totalmente inaceptable. 

Creo que todos tenemos derecho a olvidar, a no recordar y, sobretodo, a decidir  cuando y cómo queremos dejar de forma parte de la historia de otros. Es espeluznante pensar que estás charlando o tomando un café con una persona que, sin tu saberlo o a sabiendas, está registrando cada uno de tus gestos y palabras.  De hecho creo que nos comportaríamos de forma muy diferente. También creo que puede convertirse en una forma más de vigilar a los demás, sobretodo a aquellos sobre los que la ley nos permite ciertos derechos como los menores. Imagino a nuestros hijos con la cámara colgada al cuello y a sus padres analizando minuciosamente cada día como le han tratado los profesores, o los amigos, o que ha hecho cuando se ha ido  a jugar con sus amigos o de fiesta. 

Me viene a la memoria un sabio consejo que me dio mi tia abuela cuando yo era más joven; me dijo que no había que contarlo todo, que todos teníamos derecho a tener lo que ella llama "nuestro jardín secreto", eun  lugar en nuestra mente donde guardamos algunos de nuestrios recuerdos más queridos o  más odiados ,pero al que nadie tiene derecho a entrar más que nosotros mismos.  

También es evidente que el sistema deja fuera casi lo mejor de los recuerdos: las percepciones, las sensaciones, los olores, los sabores, ese maravilloso mundo que Proust supo describir tan bien cuando nos explicó de forma sublime lo que experimentó al dar un mordisco a una magdalena mojada en te y sentir un inmenso placer que al principio no sabía bien a que recuerdo atribuir pero que, poco a poco fue aflorando desde su interior, hasta hacerse nítido en su memoria.
"En el mismo instante en que ese sorbo de té mezclado con sabor a pastel tocó mi paladar... el recuerdo se hizo presente... Era el mismo sabor de aquella magdalena que mi tía me daba los sábados por la mañana. Tan pronto como reconocí los sabores de aquella magdalena... apareció la casa gris y su fachada, y con la casa la ciudad, la plaza a la que se me enviaba antes del mediodía..."







domingo, 6 de marzo de 2011

TECNOFOBIA VERSUS ADICCION

Uno de los problemas que se han comentado a lo largo de estas clases y que ocupan muchas páginas de revistas culturales es, por un lado la tecnofobia; el rechazo a las nuevas tecnologías por parte de diferentes grupos sociales y, de otro, la adicción a internet. 

Hay un interesante artículo de Sáez de Vacas que habla de ello titulado Tecnofobia literaria. En primer lugar nos habla de esa dicotomía en que siempre se han empeñado los hombres al separar las ciencias de las letras y que, llevada a la actualidad, ha provocado dos bandos bien diferenciados entre los  "protecnología" y los tecnofóbicos -o como llamaba yo misma en mi blog recordando a Eco, Apocalípticos e Integrados- . Si en un principio, nos dice Vacas, era la "caja tonta" la que se llevaba todos los varapalos advirtiéndonos de las neuronas que morirían en los cerebros de nuestros hijos si pasaban muchas horas frente al televisor, ahora el demonio está en la red. 

Para ilustrarlo, Sáez cita a escritores y filósofos como Alvaro Muti, Ernesto Sábato, Harold Bloom o Francisco Umbral, que demonizan la tecnología y ven como fuente de salvación la inmersión en la Cultura con mayúsculas, esa que sólo está a nuestro alcance cuando vamos a un museo o abrimos un buen libro. También reconoce que parte de la culpa la tienen los propios técnicos, entre los que se incluye el mismo, al afirmar que se esfuerzan con ahínco en construir simplistamente un territorio irreal formado por números y abstracciones, en el que con frecuencia el factor humano apenas tiene sitio, con lo que ello tiene de factor deshumanizante. 

Concluye afirmando, creo que acertadamente, que esa forzada y esforzada dicotomía no tiene ningún sentido y muy poca razón de ser; pretender creer que todo lo que ha hecho al hombre ser lo que hoy es han sido las humanidades me parece de todo punto ingenuo ya que, cualquiera que mire hacia atrás en la historia, es consciente de que la tecnología ha acompañado al hombre desde que empuño su primer hacha.

Además, muchos de los que lanzan improperios desde sus púlpitos contra ella son los mismos que al salir de la conferencia encienden su móvil, suben a su coche, ponen el navegador o, al llegar a casa, subir en el ascensor y encender la luz, conectan su portátil y abren su correo.

También como tecnofóbicos están algunos representantes de la Iglesia Católica, al menos aquellos que supuestamente representan a Dios en la Tierra y que, como el nuevo Presidente de la Conferencia Episcopal, Montseñor Rouco Varela, advierten de los peligros de ese nuevo satán encarnado en unos y ceros. 

Las nuevas tecnologías han creado también una enorme diferencia entre los que están conectados y los que no (los nuevos apestados, los parias de las telecomunicaciones). En algunas ocasiones no es por voluntad propia sino por falta de medios; en otras es por pura resistencia que, curiosamente, no se da sólo entre los mayores a los que las nuevas tecnologías y los cambios constantes se les hacencuesta arriba sino que son muchos los jóvenes que reniegan de las redes sociales y que se niegan a aceptar que su futuro, personal y laboral este en ese nuevo mundo digital. 

No va a servirnos de mucho no reconocer y aceptar esa nueva realidad que ya está aquí pero tampoco creo que sea acertado tener una dependencias absoluta de la tecnología y del enorme consumo energético que la sustenta. Me preocupa el peligro que encierra el hecho de que cualquier acto de nuestra vida hoy en día dependa ya del funcionamiento adecuado de los ordenadores y del suministro energético.

De cualquier modo, en el peor de los escenarios, si todo el sistema cayese y se produjera el caos total, creo que, aún así,  la especie humana no se extinguiría ya que quedan aún muchos lugares en el Planeta Tierra en los que sus pobladores viven al margen de todo esto y, quien sabe, quizás al final todo vuelva a comenzar del mismo modo en que lo hizo hace millones de años.