lunes, 7 de marzo de 2011

MEMORIA VITAL VIRTUAL

Otro de los aspectos que más han llamado mi atención ,de lo visto en clase hasta el momento en relación a los avances tecnológicos y lo que traerán consigo a nuestras vidas en un futuro muy próximo, es el relacionado con la posibilidad de almacenar sin límite toda nuestra vida. 

El procedimiento en principio es complejo pero ya se ha llevado a cabo. El primer paso consiste en digitalizar toda la información, lo que exige un diferente tratamiento y soporte para cada tipo de datos (documentos escritos, correos, llamadas telefónicas y aquello que vemos y nos sucede día a día). El segundo paso es organizar toda esa información en un mismo espacio, separado e indexado , que identifique e interrelacione todos esos datos almacenados, de manera que podamos acceder a  ellos de forma rápida y cómoda. 

Los mecanismos desarrollados hasta ahora para llevar acabo esta idea son el escaneado de fdocumentos , la captación de las conversaciones en datos de audio y la posibilidad de contar con dos tipos de cámara para captar todas las imágenes que vemos a nuestro alrededor: unas gafas-cámara desarrolladas por Hewlett-Packard y una cámara digital, la Sense-Cam,  que llevaríamos colgada al cuello con la posibilidad de incorporar un grabador de audio y un GPS que permita localizar todas esas imágenes en el espacio.


 


Para procesar toda esa información, Microsoft  ha desarrollado un software capaz de realizar todas estas tareas, MylifeBits, creado para el ingeniero informático Gordon Bell que buscaba una forma de desprenderse de todos los documentos físicos y crear una memoria virtual de toda su vida, laboral y privada. Parece ser que a día de hoy este ingeniero lleva almacenados más de 150 Gigabytes y se calcula que en un Terabyte cabría toda la memoria virtual de una persona de 83 años.

Entre las posibles ventajas de esta memoria están: su aplicación a personas con enfermedades como el Alzheimer; el hecho de que es más ecológico ya que elimina cantidades enormes de papel y que, según los expertos, permite liberar nuestra memoria de cosas superfluas y dedicar más tiempo a labores creativas.

Los aspectos negativos son también numerosos, quizá más que los positivos: memorizaríamos cosas que quizás nuestra memoria hubiese rechazado en aras de nuestra salud mental; podría tener consecuencias impredecibles a largo plazo cuando no necesitásemos recordar nada; quizás cambiaría nuestro propio comportamiento y perderíamos expontaneidad sabiendo que todo cuanto hacemos queda registrado y, lo que es más importante, estaríamos invadiendo constantemente el derecho de los demás a no ser recordados y a no formar parte de esa historia digitalizada de nuestra vida.
A mi personalmente la idea aplicada a casos muy específicos o para almacenar cierta información profesional me parece que puede ser muy interesante, pero que se convierta en una forma de autocontrol o de control de los demás, me parece totalmente inaceptable. 

Creo que todos tenemos derecho a olvidar, a no recordar y, sobretodo, a decidir  cuando y cómo queremos dejar de forma parte de la historia de otros. Es espeluznante pensar que estás charlando o tomando un café con una persona que, sin tu saberlo o a sabiendas, está registrando cada uno de tus gestos y palabras.  De hecho creo que nos comportaríamos de forma muy diferente. También creo que puede convertirse en una forma más de vigilar a los demás, sobretodo a aquellos sobre los que la ley nos permite ciertos derechos como los menores. Imagino a nuestros hijos con la cámara colgada al cuello y a sus padres analizando minuciosamente cada día como le han tratado los profesores, o los amigos, o que ha hecho cuando se ha ido  a jugar con sus amigos o de fiesta. 

Me viene a la memoria un sabio consejo que me dio mi tia abuela cuando yo era más joven; me dijo que no había que contarlo todo, que todos teníamos derecho a tener lo que ella llama "nuestro jardín secreto", eun  lugar en nuestra mente donde guardamos algunos de nuestrios recuerdos más queridos o  más odiados ,pero al que nadie tiene derecho a entrar más que nosotros mismos.  

También es evidente que el sistema deja fuera casi lo mejor de los recuerdos: las percepciones, las sensaciones, los olores, los sabores, ese maravilloso mundo que Proust supo describir tan bien cuando nos explicó de forma sublime lo que experimentó al dar un mordisco a una magdalena mojada en te y sentir un inmenso placer que al principio no sabía bien a que recuerdo atribuir pero que, poco a poco fue aflorando desde su interior, hasta hacerse nítido en su memoria.
"En el mismo instante en que ese sorbo de té mezclado con sabor a pastel tocó mi paladar... el recuerdo se hizo presente... Era el mismo sabor de aquella magdalena que mi tía me daba los sábados por la mañana. Tan pronto como reconocí los sabores de aquella magdalena... apareció la casa gris y su fachada, y con la casa la ciudad, la plaza a la que se me enviaba antes del mediodía..."







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